No era
un hombre perverso, no era capaz de maldad declarada, ni de bien era un
compuesto insípido de debilidad y disipación, corrompido más por contacto que
por malicia propia uno de tantos un individuo que difícilmente podría
diferenciarse de otro de su misma jerarquía, porque la falta de caracteres,
salvas notabilísimas excepciones, ha hecho de ciertas clases altas, como de las
bajas, una colectividad que no podrá calificarse bien hasta que los progresos
del neologismo no permitan decir las masas aristocráticas.
El rico
tenía más pellas que un cebón, por lo que la gente del barrio le llamaba D.
Juan Botija: hablaba recio, como la campana gorda [14] de la iglesia pisaba fuerte, como el
que pisa en lo suyo rara vez se descubría, y, sin embargo, todos los sombreros se inclinaban a su
paso fumaba puros,
y vivía en una casa propia, con cancela y fuente en el patio.]
No hay comentarios:
Publicar un comentario