miércoles, 31 de enero de 2018

10º Literatura Romana o Latina

 Buenas tardes queridos alumnos. Comparto la información de esta literatura por éste medio y también por el correo de clase que algunos ya crearon. (Se ve mejor el que les mandé al correo porque tiene imágenes)

Docente: Marvin González
Área: Literatura
Decimo “A”  “C” y  “D”   

Literatura Latina


Nombre: _______________________ Sección: _________ Fecha: ________

Instrucciones: Lea, subraye y pegue la hoja en su cuaderno, prepárese para comentar en clase.
Su nombre deriva de una zona geográfica de la península itálica donde se desarrolló Roma, el Lacio (en latín, Latium).
¿Qué es lacio?
Es una región administrativa de Italia central En su interior se encuentra el Estado Vaticano.
El Lacio destaca por su historia, arte, arquitectura, arqueología, religión y cultura, además de ser el embrión de lo que acabó siendo el Imperio romano.
Siendo además el país más pequeño del mundo, y el único que tiene por lengua oficial el latín.
La máxima autoridad del Vaticano y jefe de Estado del mismo es el sumo pontífice, por lo que puede considerarse la única teocracia de Europa.  Teocracia es la forma de gobierno donde los administradores estatales coinciden con los líderes de la religión dominante, y las políticas de gobierno6 son idénticas o están muy influidas por los principios de la religión dominante. Generalmente, el gobierno afirma mandar en nombre de la divinidad, tal como especifica la religión local.
El DRAE definía "teocracia" como el ‘gobierno ejercido directamente por Dios’, y en una segunda acepción: ‘Sociedad en que la autoridad política, considerada emanada de Dios, se ejerce por sus ministros’.
 Conquista de Grecia por Roma

La civilización griega tuvo un gran desarrollo en sus primeros años conformando una de las más grandes de la época antigua con una cultura impresionante y rica por sus conocimientos, su arte y templos. Es por eso que se la denominó la “cuna de la civilización” pero como ha sucedido a lo largo de la historia las grandes civilizaciones también tuvieron su fin.

El encuentro de Roma con Grecia
Después de las Guerras Púnicas, aún quedaban grandes reyes que se atrevieron a hacer frente al poderío de Roma, en Grecia, en Turquía y en Siria, pero fueron barridos por la incontenible marea de sus legiones.
Mucho han debatido los historiadores sobre este sorprendente afán de dominio, que llevó a los romanos a someter una tras otra todas las naciones del Mediterráneo. Los propios romanos lo atribuían al deseo de los dioses.
Lo cierto es que sus ciudadanos se habían acostumbrado a las conquistas y a sus beneficios: además del oro, la plata y las piedras preciosas, con cada victoria Roma recibía incontables tributos en especie, cientos de esclavos, obras de arte y animales exóticos. Estas riquezas permitían la distribución gratuita de alimento a la ciudadanía, grandiosas obras públicas e increíbles espectáculos. El pueblo vivía de forma espléndida, los senadores se enriquecían por encima de toda medida, y los generales orgullosos recorrían triunfantes la ciudad.
El conquistador conquistado
Sin embargo, en otro terreno, los propios conquistadores fueron los conquistados. La sociedad romana, concebida para la lucha y el sacrificio, estaba acostumbrada a combatir a los rudos itálicos y fieros hispanos, pero no estaba preparada para enfrentarse culturalmente a Grecia y Oriente.
Cuando entraron victoriosos en Atenas, los romanos quedaron fascinados por la belleza de su arte, el refinamiento de su filosofía, y la dulce musicalidad de un idioma concebido para el razonamiento. Los nobles romanos comenzaron a copiar las esculturas griegas, enviar a sus hijos a aprender su idioma, asistir a sus representaciones teatrales, y deleitarse con la música y la poesía llegadas de Oriente.
Los más conservadores, escandalizados, aseguraban que eso sería el fin del espíritu romano, y que las delicadas costumbres griegas conducirían a la ciudad, después de tanto esfuerzo, a la molicie y la decadencia. No podían estar más equivocados. Tras asimilar la cultura griega, Roma, que ya dominaba el Mediterráneo por la fuerza de las armas, comenzó a hacerlo también por la potencia de su civilización, que extendió, como un inesperado regalo, por todos los rincones del mundo conocido, sembrando con ello las semillas de la cultura occidental.


Fue así que Grecia pasó a pagar tributo a Roma a partir de mediados del siglo II a.C. Intentaron sublevarse en el 88 a.C. apoyados por Mitrídates, el rey de Ponto pero no lograron su propósito y fracasaron en el intento.
Luego se sucedieron guerras civiles causadas por las luchas de poder entre romanos que querían hacerse del mismo en tierras griegas. Si bien pudo mantenerse algo de la cultura griega en forma hegemónica durante el imperio romano los grupos de desarrollo económico se corrieron hacia el Asia.
Hubo una relativa prosperidad de tipo económico que fue luego interrumpida por invasiones de los bárbaros y con el tiempo la sociedad griega terminó transformándose en una sociedad de tipo feudal tanto desde el punto de vista económico como social.

 Roma y su contexto histórico

La Península itálica, desde tiempos remotos, fue habitada por diversos grupos humanos debido a lo atractivo de su clima y la riqueza de su tierra. Hacia el año 2000 a. C., diversas tribus indoeuropeas hicieron su aparición por el norte y lograron introducir actividades como la ganadería, la agricultura, el tejido de telas y la construcción de palafitos. Mil años después, estas tribus descendieron hasta la desembocadura del río Tíber y fundaron varias ciudades, entre ellas Alba Longa, capital del Lacio. Por esa época hicieron su aparición los etruscos, pueblo que ha permanecido en el misterio a causa del exterminio del que fue objeto por parte de los romanos quinientos años después.
     La historia de Roma se divide en tres etapas: 
  1. Monarquía. Época del desarrollo etrusco. Según la leyenda, fueron siete reyes los que se sucedieron en el trono de Roma, los más representativos fueron Rómulo, fundador de la ciudad y su primer legislador; Numa Pompilio, propulsor del culto religioso; Anco Marcio, quien permitió la organización de la plebe; Tarquino Prisco quien impulso la construcción de bellos edificios para engalanar la ciudad y mandó construir el Capitolio; y Servio Tulio, que inició la política de conquistas.

  1. República. En el año 500 a. C. se inició una rebelión en contra de la monarquía y la hegemonía etrusca. Al triunfo de la revolución, el gobierno quedó en manos de los patricios o nobles. El senado era la institución en torno a la que se organizaban todas las actividades; asimismo, era el lugar donde se elegían los cónsules, cuyas funciones eran similares a las del rey. Dado que la política expansionista continuó, con el paso del tiempo se hizo necesario que una sola persona asumiera el poder, ésta tomó el nombre de dictador y sustituyó a los cónsules. La expansión de Roma dio origen a la clase plebeya, la cual originalmente carecía de derechos; no obstante, poco a poco ganó presencia y su lucha se prolongó por todo el periodo de la República.

                       Las Guerras Púnicas contra Cartago (264-146 a. C.) determinaron la vocación       imperialista de Roma, pues extendió su dominio hasta el norte de África, Asia Menor y España.
  1. Imperio. La hegemonía militar en una nación que día a día se hacía más fuerte en sus defensas y conquistas, tuvo como consecuencia que en el siglo 1 a. C. tres generales se repartieran el poderío del inmenso territorio romano, a saber, Craso, Pompeyo y Julio César. Sin embargo, pronto estos triunviros      comenzaron a tener serios enfrentamientos y en esta serie de contiendas resultó vencedor Julio César, quien se proclamó como dictador. Después del asesinato de este personaje a menos de Casio y de Bruto, y de un breve segundo triunvirato, Octavio asumió el poder y fue nombrado emperador Augusto. Durante su gobierno, Roma conoció su máximo periodo de esplendor, su Época de Oro. A este emperador le sucedieron múltiples gobernantes, cada uno más decadente que su antecesor. En el año 395 d. C., el Imperio Romano de Occidente cayó en poder de los pueblos germanos del norte, acontecimiento que marcó el inicio de la Edad media.

  La leyenda sobre la fundación de Roma

Cundo Troya fue derrotada, Eneas, yerno de rey Príamo e hijo de Afrodita, (diosa venus), logró escapar con la ayuda de ésta. Llevaba a cuentas a Anquises, su padre, y a Ascanio, luego llamado Julo, su hijo, además de los penates familiares y del Paladio, una escultura de Atenea. Lo acompañaba su mujer, Creusa, quien desapareció entre la multitud. Eneas logró llegar al Monte Ida y ahí fundó una ciudad, luego inició un largo viaje del que no regresaría: vagó por Grecia durante muchos años, fue a Creta y llegó hasta Italia, donde murió su padre. De vuelta en el mar, una tormenta lo arrojó a Cartago, ciudad fundada por la reina Dido Elisa, quien le dio hospitalidad y se enamoró perdidamente de él. Por algún tiempo fue correspondida, pero él se hizo de nuevo a la mar y ella se suicidó.
     Eneas regresó a Italia, específicamente a la desembocadura de Tíber, ahí lo recibió Latino, rey de Lacio. Sin embargo, Turno, prometido de la princesa Lavinia, lo enfrentó. El extranjero triunfó y se casó con la bella joven. A la muerte de su suegro, Eneas fundó una ciudad que llevaba el nombre de su esposa y reinó sobre la región de lacio. Después de un próspero gobierno el héroe desapareció durante una terrible tormenta. Según se decía, los dioses se lo llevaron a vivir con ellos. Poco después su hijo Ascanio tomó el legado de Eneas y fundó la ciudad de Alba Longa. Siglo más tarde, otros dos descendientes de Eneas, Amulio y Númitor, lucharon por conquistar el trono. Amulio triunfó y mató a todos los descendientes del segundo, excepto a su hija Rea Silvia a quien convirtió en vestal, pero el dios marte (Ares), se enamoró de ella y la preñó mientas dormía.
     Rea Silvia dio a luz a dos gemelos: Rómulo y Remo. Cuando su tío Amulio se enteró, los metió en una pequeña barca y los echó al Tíber para que se ahogaran; sin embargo, protegidos por los dioses, el viento llevó la barquichuela a la orilla del río, donde una loba se encargó de amamantarlos: “Los maliciosos dicen que aquella loba no era en modo alguno una bestia, sino una mujer de verdad, Acca Laurentia, llamada Loba a causa de su carácter selvático y por las muchas infidelidades que le hacía a su marido, un pobre pastor”.
     Los gemelos crecieron y muy jóvenes supieron la verdad de su origen. Combatieron y derrocaron a su tío y restituyeron el trono a Númitor, quien como recompensa les permitió fundar una ciudad en el sitio que desearan. Una vez elegido el lugar, los hermanos discutieron sobre el nombre que le asignarían. Por tanto, decidieron que aquél que lograra ver el mayor número de aves seria el vencedor. Remo vio seis y Rómulo doce; por tanto, la ciudad se llamaría Roma, Tomaron entonces dos bueyes blancos como ofrenda, trazaron los límites de las ciudad y luego se dedicaron a construir sus murallas. Una vez terminadas, jugaron matar a quien atentara contra ellas y entraran a la ciudad. Remo, malhumorado por la derrota, dijo que las barreras eran muy frágiles y de un puntapié derribó un muro y penetró al recinto. Su hermano cumplió el juramento y lo mató. Según cuenta la leyenda esto ocurrió en el año 753 a. C.
     Una vez edificadas las murallas de su ciudad, Rómulo quiso poblarla y para ello dio asilo a todos los exiliados, deudores y delincuentes de los alrededores; no obstante, faltaban mujeres. Por esta razón ofreció una fiesta a la que invitó a sus vecinos los sabinos; cuando estos estaban desprevenidos, los echaron fuera y retuvieron a sus hijas.
                                        
     Tito Tacio, el rey sabino, organizó el rescate de las doncellas y se desató la guerra, misma que, tiempo después, fue detenida por las mismas mujeres secuestradas. De hecho, todas ellas se interpusieron entre ambos ejércitos Pues no querían quedar huérfanas si vencían los sabinos, ni viudas si triunfaban los romanos. Rómulo y Tacio gobernaron juntos algún tiempo, luego este último murió y el primero siguió  gobernando Roma treinta y tres años más. Cuando Rómulo cumplió cuarenta y cuatro años, se desató una terrible tormenta, el mundo se oscureció y las tinieblas se acentuaron con un eclipse, al terminar todos estos fenómenos,  el rey había desaparecido. Igual que a Eneas, los dioses se lo habían llevado.

  
Religión y literatura romana

     Religión.
 Al igual que en los aspectos de la vida pública y privada, los romanos se inclinaron por un sentido práctico en cuanto a la estructura de su religión. Al inicio de esta civilización, el rey y el sacerdote eran una unidad indisoluble. Sin embargo, con el paso del tiempo los aspectos del gobierno comenzaron a independizarse del campo de acción de la religión. Incluso los sacerdotes se constituyeron en colegios y escuelas con funciones claramente delimitadas, como el de los augures, cuyo cometido era indagar (o predecir) los designios divinos a través del vuelo de los pájaros, en la forma y color de las vísceras de los animales o en los oráculos, como el de Cumas y el de Delfos. Estos colegios no tenían ningún poder político.
     Por otro lado, en la antigua Roma existían dos tipos de cultos: público y privado. En el culto público los romanos adaptaron las características de sus deidades a las heredadas de la cultura griega y además, adoptaron muchos rituales y deidades de los pueblos conquistados. Los romanos hacían burla de sí mismos diciendo que en Roma había más dioses que habitantes, pues se rendía culto a alrededor de treinta mil. A los dioses principales se les honraba con grandes festejos en los que participaba toda la colectividad. El culto privado, por su parte, se realizaba en el interior de los hogares y era el pater familias (padre de familia), quien se hacía cargo de conducir la dinámica del ritual. En esas ceremonias de corte doméstico se veneraba tanto a los penates, que eran los espíritus protectores de la familia como a los lares, es decir, los espíritus de los antepasados.

     Literatura   

En los siguientes párrafos presentaremos un panorama general de extraordinario legado literario que los romanos heredaron a la posteridad.
  1. Época primitiva. A diferencia de muchas otras civilizaciones, los romanos, a pesar de su invaluable riqueza en mitos y leyendas, no sintieron la necesidad de crear una épica que validara sus tradiciones y creencias. Esta insólita circunstancia tal vez se debió a su alto sentido práctico y utilitario. De hecho, todavía hasta muy entrando el siglo ll a. C. las manifestaciones literarias eran principalmente religiosas. Como ejemplos podemos citar el “Canto de los Arvales”. Poema que entonaban los campesinos en el templo de Dea y Los salios, himnos interpretados por los sacerdotes. En cuanto a la poesía profana, (tratar algo sin respeto), sobresalen por su delicadeza las nenias o poemas fúnebres. En el teatro se cultivaban las fesceninas, cuyo objetivo era divertir a los invitados en algún evento importante, a la atelana, una representación conformada por diálogos improvisados.
  2.  Época helenística. Con la conquista de la magna Grecia, la influencia de los helenos se comenzó a sentir en todos los ámbitos. Particularmente en el aspecto literario, muchos artistas imitaron y tradujeron las obras de los grandes autores clásicos. De Homero fueron ampliamente divulgadas la Iliada y la Odisea. A la sombra de estas extraordinarias creaciones. Nevio compuso el primer poema épico latino en el que atribuir a Eneas el origen de Roma. Asimismo, Plauto y Terencio, siguiendo los pasos de Aristófanes, escribieron comedias de indudable sabor latino. Sin embargo, no todo fue imitación. Los romanos crearon la sátira, término que “….se aplicaba a dos tipos de obras literarias: una compuesta sólo en verso, llamada simplemente sátira; y otra, mezcla de verso y prosa, llamada sátira menipea”.
     La sátira abordaba una gran variedad de temas con lenguaje coloquial y humorístico en el que el narrador, presente en el texto, hacía gala de su sabiduría popular. Este subgénero tenía por objetivo la crítica social. Entre sus mayores representantes se encuentran Varrón (116-27 a. C.), Horacio (65-8 a. C.), Séneca (9 a. C. 65 d. C.), Persio (34-62 d. C.) y Juvenal (60-138 d. C.).
     Lirica. Este fue el género literario en el que más destacaron las letras latinas. Su primer gran exponente fue Catulo (82-54 a. C.), autor de elegías y de epigramas dedicados a alabar o a denostar tanto a su amada como a amigos y enemigos. Este personaje fue el precursor de la poesía elegíaca, la cual tiene una gran influencia alejandrina y cuyo objetivo era exponer los sentimientos más tristes del poeta o narrador, principalmente los relacionados con el amor. Otros poetas elegíacos fueron Propercio (45-15 a. C.), autor de Elegías y Ovidio (43 a. C. – 16 d. C.). Quien escribió obras tan importantes como Amores, Heroidas, Las Metamorfosis, entre otras. Virgilio (70-19 a. C.), aparece como uno de los más grandes poetas liricos. Es autor de las reconocidas bucólicas y de las Églogas, creaciones poéticas de carácter pastoril y de la gran epopeya titulada Eneida, obra que cuenta las hazañas del héroe troyano Eneas. Horacio, por su parte, es autor de la Odas.
     La fábula merece un espacio aparte. Esta manifestación artística llegó a Roma, por herencia de la civilización griega, a través del gran fabulista Esopo y encontró en Fedro a un exponente sin igual. De él se conserva alrededor de sesenta composiciones.
     Por ultimo debemos reconocer a la novela Satiricón, de Petronio, como el principal antecedente de la narrativa occidental de la Edad Media. 










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